Resulta difícil precisar el momento en que el primer inmigrante catalán pisó tierra cubana. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que a partir de 1765 ocurre un giro importante en las relaciones entre Cuba y Cataluña, cuando Carlos III se vió obligado a flexibilizar el monopolio comercial que hasta entonces ejercían los puertos del sur de España con la colonia de Cuba.